Rincones sedientos



     
      “Arrinconémonos en los confines innecesarios del mundo”.  Soñamos que nos perdemos y que no queremos ser encontrados pero en las ensoñaciones contemplamos a alguien que se adelanta, que se acerca en esa soledad perfecta que habíamos creado con tanto esmero y delicadeza. Y, por qué no decirlo, repleto de llanuras polvorientas. Alucinaciones o desvelos en la noche, cortinas que bailan con la brisa, esa compañera que se acerca y se aleja, como un amante en pecado.  Sortijas danzando, entonando melodías  con esa sobriedad que sólo la elegancia conoce. Surtidores de amor por los rincones donde habitan las pérdidas y las incertidumbres olvidadas. Es esa frescura nocturna la que nos hace desviarnos de los charcos del invierno. Inviernos permanentes en que recuperamos el sentido. O puede que lo perdamos…  Vibraciones solitarias que recorren el cuerpo, la vida, en las entonaciones de esa música, como un maremoto sorprendiendo.  Y desolaciones en las despedidas sedientas cuando el manto brillante entra por las puertas. Y de nuevo, ante las llanuras polvorientas me encontraré tejiendo con lazos la oscuridad deslumbrada por imaginaciones encendidas.






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