A Lorca
La tarde ardiente en llamas sobre el horizonte
Marcaba las horas justas de una despedida
Injusta
Dolorosa
Vergonzosa
La sangre era suya y suya fue la pena
Y también de aquellos que lo amaron
Que lo conocieron
Que bailaron al paso de su genial locura.
La rosa
clava sus espinas
Despojándose
de ellas
Dolorosamente por amor.
Fue el amor su condena y su delirio. Y su vida.
Su vida corta
Intensamente reñida, soñada, sentida…
Tenía su corazón una copla bañada de alegrías
Alegrías amargas que endulzaba con su carácter.
La rosa
clavó sus espinas
Despojándose de ellas
Hiriendo al que derramó el rojo pasión
De aquel que, por amor, dejó sus entrañas de lunares
Llenas de brio y locura
En los pueblos olvidados y en los tablados y las guitarras
Por amor.
De la tierra andaluza ha surgido el grito hondo de su rojo
abanico.
Arantzazu M.Bellido
@AlmaVerso
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