Durante unos segundos me evaporé. Me esparcí por el aire y me arrastré por el suelo mientras el mundo caminaba. Caminaban sobre mí. Me contuve durante otros instantes y me adentré en los pulmones de aquellos que no desean respirar más. Me abrí paso por sus venas y me arraigué en las espinas clavadas, de cada uno, en su piel. Sentí el sufrimiento, el acongojo, las cascadas interiores que luchaban por salir... Me aproximé a sus pestañas y golpeé, sin querer, sus almas tan llenas de melancolía... Y en sus susurros, en la oscuridad de la noche, me embarqué como el que viaja sin vela por el eterno océano. Las sonrisas se apagaron, se apagó el dolor, se llevaron su amor a cuestas, como un peso infinito que nadie quiso escoger. Y yo volví, arrastrándome por ese suelo, cada día sin luz, cada noche cerrada... A veces, me dejo elevar y los visito, por ese terreno por donde ahora navegan, y les regalo los sentimientos que se dejaron mient...